Balu Iyer, Director regional, ACI Asia-Pacífico

El año pasado, en plena ola de la pandemia de la COVID-19, un miembro me envió un correo electrónico. «La crisis del coronavirus nos recuerda que vivimos todos en un mismo lugar en el que todos somos vulnerables individualmente y, a su vez, interdependientes colectivamente. Ahora más que nunca es importante COOPERAR, porque solo juntos lograremos superar esta crisis».

La crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto los riesgos que supone privilegiar los beneficios a corto plazo sobre la viabilidad a largo plazo. Este enfoque a corto plazo ha acentuado los inconvenientes que supone confiar en modelos orientados hacia los mercados, que aumentan las desigualdades y generan una degeneración del «capital social» y del bienestar de la población. La pandemia de la COVID-19 también ha demostrado que la economía «real» (que genera bienes y servicios) y las cooperativas tienen una función importante en el sistema.

En la región de Asia-Pacífico, este último punto ha quedado demostrado a través de las acciones que han llevado a cabo las cooperativas para apoyar a la población. Por ejemplo, la unión de cooperativas agrícolas de Palestina se dedicó a recoger verduras frescas de algunos de sus miembros para distribuirlas a continuación en determinadas zonas que se encontraban confinadas. En Filipinas, las cooperativas lanzaron una campaña de donaciones para luchar contra el virus y utilizaron el fondo de desarrollo cooperativo para ayudar a las personas vulnerables y de edad avanzada de la región. En la India, la cooperativa Indian Farmers Fertilizer Cooperative Limited se ha movilizado para luchar contra la propagación de la enfermedad generada por la COVID-19 a través de campañas de sensibilización para recordar y reforzar la distanciación social, las medidas de higiene, la alimentación saludable y la prevención a través de las mascarillas.    

Además de luchar contra la COVID-19, nos enfrentamos al impacto del cambio climático, a una brecha cada vez mayor entre ingresos y riquezas y a un futuro del trabajo incierto. ¿Cómo está abordando estas cuestiones la región de Asia-Pacífico? En varias conversaciones con miembros de Filipinas, Irán o los países de la Asociación de Naciones de Sudeste Asiático (ASEAN), las cooperativas han destacado la importancia, cada vez mayor, de utilizar alternativas locales frente a las vulnerabilidades internacionales, así como la necesidad de descubrir alternativas al modo de vida y de organización para obtener beneficios a largo plazo. También existe la necesidad de crear confianza y sensibilizar a la población sobre los problemas de justicia social, garantizar el acceso a las transferencias monetarias digitales y la cobertura sanitaria universal y fomentar la adopción de tecnologías adaptadas a las necesidades en constante cambio en las interacciones humanas y laborales. 

En estas conversaciones también se pusieron de manifiesto varias lagunas e incoherencias en la aplicación y el desarrollo de nuestros principios cooperativos. A veces, la relación entre las cooperativas implica más competencia que cooperación y la participación de las mujeres y los jóvenes tiende a ser escasa. Además, algunas cooperativas, especialmente las más pequeñas, pueden depender excesivamente del gobierno. Esto se debe, en parte, a que la región de Asia-Pacífico engloba situaciones extremadamente distintas, ya sea en el ámbito político, legal, económico, respecto al nivel de desarrollo, en el ámbito cultural o en cuanto a la religión. Esta diversidad se manifiesta en el modo en el que se han desarrollado las cooperativas. Por un lado, las cooperativas dependen en gran parte del papel dominante del estado, en cuanto a la reglamentación y la promoción de sus actividades, y por otro lado, estas organizaciones se basan en las iniciativas organizadas por la población. A todo ello debemos añadir el hecho de que las ayudas financieras por parte de los gobiernos son cada vez más escasas y la competencia con las organizaciones del sector lucrativo es cada vez mayor. 

En las conversaciones que mantuvimos con nuestros miembros, surgió una idea muy importante: existe un compromiso sólido hacia la identidad cooperativa, que es la base de nuestra fuerza. El camino que debemos tomar se presenta ante nosotros de manera clara: debemos seguir compartiendo historias cooperativas inspiradoras para seguir alimentando el movimiento cooperativo y movilizar aún más a las partes interesadas.

¿Cómo lograrlo? A medida que se acerca la fecha del 33 Congreso Cooperativo Mundial, que se celebrará con el título Profundicemos nuestra Identidad Cooperativa, las cooperativas de la región de Asia-Pacífico deben seguir apoyando a nuestros miembros con todo tipo de herramientas y recursos, para que puedan seguir compartiendo historias inspiradoras que se producen en el ámbito cooperativo. El objetivo no es solo compartir las historias dentro del movimiento cooperativo, sino llegar a otras comunidades que pueden beneficiarse del modelo de negocio cooperativo.

Tal como mencionó uno de los miembros, el nuevo lema debería ser ¡Entusiasmo, participación, compromiso!